La ciudad de Lourdes, en el Pirineo Francés, cuenta con poco más de 15.000 habitantes, y atrae cada año a más de 5.000.000 de turistas; es, además, la segunda ciudad de Francia por lo que a su capacidad hotelera se refiere (cuenta con más de 250 hoteles), solo superada por París.
Aunque no hay que despreciar los atractivos naturales de Lourdes (los circos glaciares pirenaicos o los distintos lagos que se pueden encontrar en la zona), el principal motivo que mueve a cinco millones de personas a desplazarse hasta Lourdes desde todos los rincones del mundo es su centro de culto mariano, la basílica de Nuestra Señora del Rosario, donde el fervor lleva a los enfermos a buscar curación a todo tipo de dolencias. El santuario de Lourdes tiene una extensión de 50 hectáreas, y en él colaboran más de 100.000 voluntarios a lo largo del año; se puede escuchar misa a diario en 6 idiomas distintos, hay 13 zonas de acampada, etc. Los datos son abrumadores, y sirven para ofrecer una idea del impulso que ha significado el santuario para la economía local.
El de Lourdes es solo un ejemplo de la pujanza del turismo religioso; ciudades como Fátima (Portugal) o Claromontana (Polonia) se encuentran en una situación parecida. El ejemplo más evidente en España es el de Santiago de Compostela; el caso de Zaragoza resulta incomprensible, pues su «Pilarica» bien podría convertirse en centro de culto mariano de referencia en España, pero recibe una promoción escasa a nula desde los poderes públicos.