Me gusta pensar que soy uno de esos irreductibles lectores infectado por el virus de viajar; uno de los mejores recuerdos que guardo de Liverpool, por ejemplo, es aquella vieja librería de viejo escondida a dos callejones de distancia de un centro comercial elefantiásico… De allí volví con dos pequeñas joyas bajo el brazo, y aunque sé que no siempre voy a tener esa suerte es inevitable buscar bibliotecas y librerías allá por donde paso… Un ejemplo más: me tocó vivir un mes en la pequeña Dunnville (Ontario, Canadá), y en su biblioteca descubrí a Mordecai Richler y su «Oh, Canada, Oh Quebec«, un libro que me ayudó a conocer un poco mejor la historia (y la intrahistoria) del país; mi visión de Toronto en particular y de Canadá en general fue mucho más rica gracias a ese y a varios otros libros, y mi experiencia como lector no sería la misma sin las 3 novelas del autor que forman ahora parte de mi biblioteca particular. Se me ocurren más ejemplos… Londres, Edimburgo, Frankfurt… Pero será en otra ocasión.
Podría seguir contando anécdotas más o menos interesantes, pero ya tendré tiempo de hacerlo. Por ahora pongo por escrito mi compromiso de convertir en piedras angulares de este blog a librerías y literatura de viajes. Las librerías por cuanto nos cuentan sobre el lugar que visitamos aunque solo sea echando un vistazo al escaparate, y la literatura de viajes porque cualquier punto de vista puede resultar enriquecedor, sobre todo antes de emprender viaje.
Sobre Ibiza: Vida y muerte de un pueblo español.
Gracias, Mar. Buscaré el libro y espero compartir mis impresiones sobre él en el blog.