Tombuctú es un destino rodeado de leyendas y de misterio, y su nombre se usa en ocasiones para referirse a cualquier lugar lejano y desconocido. La ciudad maliense, situada al sur del desierto del Sáhara, floreció como centro comercial en el siglo XV, y su importancia como metrópoli cultural y universitaria dentro del mundo islámico creció de forma paralela gracias a la Universidad de Tombuctú, integrada por tres madrasas. Era inevitable que su nombre llegara a oídos de los aventureros que en los siglos XVIII y XIX querían explorar el ancho mundo, aunque la entrada en la ciudad estaba prohibida a los no musulmanes. El francés René Caillié fue el primer europeo en llegar a Tombuctú y volver para contarlo, en 1829; solo tres europeos más lo lograron hasta 1890, entre ellos el español Cristóbal Benítez, autor de «Mi viaje por el interior de África» (1899).
En 2012 la organización terrorista AQMI tomó el control de Tombuctú, destruyendo buena parte de su patrimonio arquitectónico y de su legado cultural. Héroes locales como el «bibliotecario de Tombuctú» y sus decenas de colaboradores evitaron daños mucho más graves y salvaron en torno a 350.000 manuscritos históricos de los 400.000 que se conservaban en la ciudad (en inglés: «The rebel librarians who saved Timbuktu«). La operación, que algún día veremos en la gran pantalla, tuvo como protagonistas también a los guías turísticos de la ciudad, que desde la llegada de los terroristas han visto desaparecer su medio de vida.
Postales desde Tombuctú
Phil Paoletta viajó desde Estados Unidos a Ghana para cursar su segundo año de estudios universitarios. En 2010 dejó su trabajo como profesor en Washington para regresar a África occidental (cuando no está viajando vive a caballo entre Abidjan y Bamako); se gana la vida como escritor freelance, diseñando páginas web y con distintos negocios que ha emprendido en la zona. Junto a su amigo Ali, guía turístico al que conoció en Tombuctú en 2012, ha puesto en marcha Postales desde Tombuctú (web solo disponible en inglés).
Postales desde Tombuctú permite enviar una postal a familiares, a amigos o a uno mismo. Las posibilidades son casi infinitas, y el mensaje será completamente anónimo si no incluyes tu nombre o alguna pista. Los guías turísticos de Tombuctú transcriben a mano el mensaje elegido y la dirección del destinatario, ponen el sello y envían la postal desde la modesta oficina de correos de la ciudad maliense. Para que la sorpresa sea completa el plazo estimado de recepción es de unas tres semanas, y no hay forma de seguir el envío.
El 70% de los ingresos de la iniciativa llegan directamente a las 10 familias de la ciudad implicadas en el proyecto, y el 30% restante se reinvierte en la compra de postales y sellos, el mantenimiento de la página web, etc.
La historia la descubrí a través de Xavier Aldekoa, que escribió sobre la iniciativa para La Vanguardia, aunque su artículo, «Un beso desde Tombuctú», solo está disponible para suscriptores digitales del diario.
¿Vas a mandar una postal? ¿A quién? ¿Por qué? Cuéntanoslo en los comentarios, prometemos guardar el secreto 🙂
¡Qué chulo!
No lo conocía.